Fue emocionante y ágil. La conducción fue impecable y en mi percepción generó interés. Una vez más la ciudadanía mostró ser más madura de lo que nuestros políticos quieren hacernos creer.
Anaya se llevó el debate, sin duda. Supo atacar y midió los tiempos para hacerlo, de tal forma que sus oponentes no pudieran responder. ¿La pelea es entre dos? Creo que nos estamos apresurando: el debate es el fuerte del candidato y no conecta para hacer propuestas. El primer tercio del debate estuvo perdido en el espacio: hablaba de Colombia e Italia cuando se trataba de ser conciso y contundente. La acusación de lavado de dinero le salió barata, pues la esquivó pronto, y dijo que las explicaciones estaban en un portal, aunque la resolución del «tribunal» que alude es del TEPJF y por ello alude a un contexto electoral y no penal, pero eso es problema de los estrategas de sus contendientes en el postdebate. Falta que Anaya muestre dotes políticas y tome más riesgos para que en efecto quede como la alternativa frente a AMLO.
Meade, en el limbo. Puede tener la mayor experiencia y las mejores propuestas, pero eso no cuenta en un debate, sino su agilidad y capacidad para mostrarse presidenciable. O su equipo organiza una estrategia creíble en el postdebate o comenzará a ser irrelevante. Y le urge hacer cambios radicales en su estrategia de comunicación.
López Obrador no va a perder un voto entre sus seguidores, aunque podría estancarse entre los indecisos. Su discurso no fue una palabra distinto de sus spot. Aunque iba a pasar el debate con el menor daño posible, Anaya supo asentarse varios golpes. Y lo peor: se enganchó con el Bronco. ¿Esperaba propuestas de AMLO? No: él sabe que tiene tiene el apoyo de tantos grupos disimbolos que la definición haría que pierda apoyo. Tampoco lució presidencial: desaliñado, no se paró derecho, tardó en contestar, la iluminación lo hizo ver como un abuelito de manga con pelo azul, la cabeza baja será fuente inagotable de memes, cerró los brazos y se bajó del templete sin despedirse de los demás. Vemos a un AMLO viejo, rebasado por las circunstancias.¿Perdedor? Veamos qué sucede en las estrategias del postdebate.
Nunca he esperado gran cosa de Margarita. Puede tener una carrera política propia, pero no tiene una agenda o logros distinguibles. Tampoco tiene carisma o refleja autoridad. Lo ocurrido no me sorprendió.
El Bronco fue a cumplir un papel y lo cumplió. No va a ganar, pero fue ameno, controversial, dicharachero y bravucon. Sus propuestas no sirven pero eso no importa para un público que en su mayoría compartir con AMLO. Y lo mejor: el tabasqueño se enredó en una de sus provocaciones.
¿Se desmarcara alguien de AMLO? Anaya mostró cualidades, pero no estoy seguro que baste sólo con esto. Meade la tiene más difícil pero los otros debates requieren otras habilidades que podría tener. Lo que me queda claro y celebro es que hay una percepción de que la campaña no termina sino hasta el día de la elección.