Un nuevo año comienza y existen múltiples retos a la seguridad pública y nacional de México, con certeza, podemos decir que la materia ha sido fuertemente evadida por la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador. Del mismo modo, con el inicio de los climas electorales, que estarán a todo lo que da con el cierre de este año e inicios del siguiente, es probable que en estos 362 días que nos quedan, sean los últimos del sexenio en los cuales se puedan encauzar acciones que modifiquen la inercia que ha distinguido a esta administración, pongamos algunos puntos sobre la mesa:
1. Definir o entender por fin, cual es la estrategia contra el crimen organizado. Con certeza, y cómo una opinión personal, considero que las acciones para reducir la violencia y combatir al crimen organizado, que no se materializaron de forma exitosa durante los cuatro primeros años del Gobierno Federal, se reencause de forma exitosa durante el 2023. Sin embargo, siempre queda el beneficio de la duda. De momento, estamos bastante alejados de aquellos días dónde el combate al huachicol y la creación de la Guardia Nacional, como alternativa civil al fenómeno del militarismo, se perfilaron como aspectos de la política nacional que nos daban algunas líneas de cómo será la política de seguridad de esta administración. Pronto llegó el Culiacanazo, el primer gran error estratégico en el combate a la delincuencia, que afectó muy fuertemente a la nueva institución.
Del mismo modo, el echar a andar a la Guardia Nacional, en el contexto de la pandemia de COVID19, hizo casi imposible analizar los impactos de sus despliegues en las entidades dónde arreciaba la violencia. Por cuatro años, el presidente nos ha dicho que la política de la actual administración no es perseguir “capos” del crimen organizado, pero en operativos vinculados a Ovidio Guzmán, Juan Gerardo Treviño, José Antonio Yépez Ortiz, Antonio Oseguera Cervantes o Rafael “Caro” Quintero, no hacen pensar otra perspectiva. ¿Por fin tendremos certeza cuál es la política de seguridad más allá de la frase “abrazos no balazos?
2. El recrudecimiento de los enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas y el crimen. El abatimiento del General José Silvestre Urzúa Padilla, coordinador de la Guardia Nacional en Zacatecas, el 24 de noviembre de 2022. Y el asesinato, en Jalisco, del coronel José Isidro Grimaldo, el 15 de diciembre, ambos a manos de elementos del Cartel Jalisco Nueva Generación, están marcando las líneas de una nueva forma de confrontación por parte de las redes criminales de nuestro país. En la cual, los objetivos directos de las cabezas de sicarios del crimen parecen ser los militares. En los hechos, esto se interrelaciona al cada vez mayor peso y papel que tienen en la estrategia de seguridad. Del mismo modo, se les ha adjudicado la responsabilidad de la pacificación del país, como quedó asentado en el decreto del Diario Oficial de la Federación, del 18 de noviembre del año pasado, con el que se reformó el artículo quinto transitorio de la Constitución Política de nuestro país.
Si bien el año pasado, fue un año duró entre la relación de las Fuerzas Armadas con la prensa y las Organizaciones de la Sociedad Civil, por la extensión de facultades que se les han encomendado. Y por no citar, la crisis de la filtración hacktivista de Guacamaya, que dañó fuertemente el prestigio de esta institución. El año 2023 parece mostrar un panorama más adverso, en dónde con un especial énfasis el CJNG, buscará confrontar directamente a los elementos de las Fuerzas Armadas, como estrategia de intimidación directa. En la táctica, y en la estrategia, hará falta más que nunca el uso de la inteligencia, la planificación eficiente de operativos, y las estrategias de pacificación post intervención del ejército para desmantelar una red criminal o atrapar un líder en los diferentes contextos territoriales de México. Con certeza, las Fuerzas Armadas tienen tela de dónde cortar, para evitar más agresiones directas a altos mandos de la organización y utilizar estrategias innovadoras en el combate al crimen.
3. ¿Qué pasa con Estado Unidos? Con la cooperación bilateral en materia de seguridad. El gobierno de López Obrador se ha empatado con dos diferentes administraciones presidenciales de Estados Unidos, la de Donald Trump y la de Joe Biden. Contrario a lo esperado, la relación fue más cordial con el presidente republicano, aunque no se vio exenta del uso del poder duro para “doblegar a México” y poner presión al Canciller Ebrard y el presidente, en utilizar a la Guardia Nacional para la contención de la migración. Aspecto político que era trascendental en el marco de la política interna del presidente estadounidense. En el caso de Biden, es un hecho que el mandatario democrático ha demostrado tener menos liderazgo que Trump en sus posturas de política internacional, así como en el marco de la relación con México. Las provocaciones del presidente López Obrador respecto a las agencias de cooperación de Estados Unidos como USAID, organismos gubernamentales como la DEA, o el sumarse al complot en contra del liderazgo de Biden en la Cumbre de las Américas, muestran esto.
Sin embargo, la visita de AMLO a Washington coincidió con un renovado, por muy poco, interés del gobierno en el combate a los grupos del crimen organizado que tuvo como ápice la aprehensión de Caro Quintero, el 16 de julio, tres días después de que el presidente arribará a Washington DC. Para Estados Unidos, la relación con México sigue siendo estratégica, más en el marco de la crisis de salud pública derivada del tráfico de fentanilo. ¿Podrán Biden y AMLO alcanzar consensos, o el disenso será de nuevo la norma? El triunfo demócrata del 2022 da margen de maniobra, veamos qué pasa este año.
Empecemos con estos puntos y sigamos avanzando en nuestra segunda columna de Día Cero de este 2023.